jueves, 11 de diciembre de 2014

Y tarde, como la mayoría de las veces, se dio cuenta que había perdido.

Se sentó a los pies de la cama y reflexionó a las 15:09 de una tarde ventosa y cálida de primavera. Cerró los ojos. Pensó, repensó y volvió a pensar. Escuchaba el viento que movía una chapa que funcionaba como techo en un cuarto extraño, el resto se completaba con el ruido que emitían sus pensamientos. Recordó...

...sus pecas. ¡Estaba enamorada de sus pecas! Pero sólo de las pecas de ella. Le causaban tantas sensaciones extrañas y confusas que ninguna persona que se hubiese propuesto entenderla, la entendería. Sus pelos lacios, suaves y con raíces de crecimiento diferentes al color de la tintura. ¡Cómo le gustaba ese color! Se sentía atrapada entre ellos en cada abrazo, como si los pelos también la abrazaran. Sus dientes. ¡Perfectos e imperfectos a su vez! No era lo que más le gustaba, pero se sentía atraída fuertemente por su forma y color semi-amarillento. Sus manos. ¡Tan chicas y tan fuertes! Adoraba verla mover sus manos cuando pintaba sus obras llenas de contenido. Adoraba sus obras. Sus pechos. ¡Caídos, cómodos y amorosos! Concluyó que le emocionaba cuando sus pechos y los de ella entraban en contacto. Sus piernas, su panza, su nariz, su cuerpo...

La recordó entera. Pensó. Realmente, no había perdido: había ganado.

Sintió cómo brotaba, desde no sabía dónde, una leve y confortable sonrisa. Así, abrió los ojos, se levantó, se vistió, agarró su morral y salió con un paso decidido.

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Nunca había sentido un vínculo afectivo como ese con una de sus pocas amigas. La sentía tan cercana, como si se hubiesen desprendido del mismo vientre. La quería, pero de una manera distinta, nueva para ella.

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Se puso los auriculares, y con la tranquilidad de Galaxias en los oídos, revivió mentalmente cada abrazo llenador, cada palabra afectiva, cada beso cargado de amistad, compañía y ese no-sé-qué, que le encantaba y la hacía ganar.
Voy a hacer una pausa en mi vida y me voy a dedicar sólo 5 minutos a mi y a escribir, ya que escribir es la única manera que encuentro para soltar indirectamente lo que no le puedo decir a lxs demás directamente.

Últimamente, siento que no estoy haciendo lo que quiero. Siento que me estoy volviendo infeliz. Ya sea por cualquier razón, nunca termino haciendo lo que yo prefiero. No porque siempre tenga que ser así, pero si pudiera elegir...¡Uff!

Las vacaciones, sí, claro. No tengo vacaciones para mi. No tengo vacaciones para disfrutarlas de la manera que quiero. Y lxs demás no ayudan. Admito que la que está mal ubicada en la rutina de las vacaciones soy yo, pero creo que ya hice algunos esfuerzos de mi parte para compartir con lxs demás.

Como siempre, unx da y no recibe lo mismo. Siempre pido peras al olmo. Siempre.

Y, ¿saben? Me canso. Colapso. E internamente. Porque a nadie le importa. Porque siempre tengo la misma cara de que no me cambia el humor. Y, sí, me cambia el humor. Soy una persona. Soy una mujer. Soy Carla. Y, sí, "¡Anda la osa! ¡Carla tiene sentimientos".

Creo que estoy cansada de no poder expresar concretamente lo que me molesta.
Creo que estoy cansada de hacer cosas para lxs demás.
Creo que estoy cansada de que me encomienden cosas que no quiero ejecutar.

Creo que tengo que dejar de creer en todxs

para empezar a creer en mí misma y mis capacidades.




Tengo que empezar a decir lo que quiero.
Tengo que empezar a decidir por mí (ciertas cosas).
Tengo que empezar a disfrutar.

Tengo que ser yo.